Leonid Afremov

Por Manuel Domínguez

Como una explosión de colores aparecen las obras de este bielorruso de 56 años. Leonid Afremov ya ganó un importante espacio en la consideración internacional. Dueño de un estilo propio, por cuanto trabaja sus óleos solo con espátula, difícilmente se lo pueda encasillar en la corriente de una escuela determinada.

Si se observa la textura de sus pinturas, dejando de lado el color y las formas, uno diría que se trata del revoque grueso de un muro levantado a cuchara. Pero no, el artista logra darles un efecto de luminosidad y reflejos tales que el ojo del observador reconoce una amplia variedad de tonalidades y armonías. Paisajes, urbes, figuras humanas difusas en un contexto que tiene algo de idílico y algo de fantasmal se entremezclan y permiten transmitir un efecto casi mágico.

La lluvia o la bruma, presentes en gran parte de sus imágenes, contribuyen a que la sensibilidad de un espectador lo lleve a sentirse transportado a un set de películas. En esto reside que pueda o no gustar el trabajo de Afremov, pero no caben dudas que estamos en presencia de un talentoso creador. En ese sentido, los críticos y el público en general consideran con benevolencia la exquisitez de sus pinturas.